martes, 5 de agosto de 2014

Las certezas no asumibles

Algunas cosas vuelven a un punto inicial. Quisieras desdoblar tu piel para que en ella cunda ese ser bifurcado que se te antoja eres. Estar de pie de frente a la vida debería ser un estadio vital más animado, a la vez inquietante, a la vez apetecible. Pero las certezas que te nacen no tienen cabida en la historia que vas contando. ¿Qué haces?

Por lo pronto prefieres el silencio donde la palabras acumula una serie de frases que te asaltan en tropel. Son construcciones que decides deben no ser dichas, cifradas, aunadas a una métrica, a un sistema y un sentido posibles. Luchas porque las cosas que configuran tu universo sean suficientes, únicas y totalmente importantes.

Sin embargo, ese silencio atiborrado de decires inunda tu pensamiento. Sí, aquel pensamiento que es asaltado por imágenes, sonidos, olores, sensaciones vividas e imaginarias. Anhelos y apetencias que acaso crees necesitar; y puede que no las necesites, pero su ausencia es invitación a una melancolía que se retrotrae sobre la espiral en la que se despliegan los latidos de tu corazón.

Das, entonces, la espalda a lo que sientes y rechazas el beso imaginado que se posó en los labios reales que día a día te traen noticias de la realidad que elegiste, la cual conoces como tu vida.

Y así, vez tras vez, tropieza la poesía y cuanto canto suba por tu lengua y busque la luz de tu boca, el sabor que sólo tu voz podría darle.



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